05 noviembre 2009

Crisis actuales en la República de Panamá: ¿qué nos pasa a los panameños?

Luego de la estrepitosa caída de la larga dictadura militar que oprimió al país por más de dos décadas, especialmente durante sus años postreros, la bonanza económica y las positivas experiencias de crecimiento y desarrollo que ha experimentado Panamá, en los dos últimos decenios, ha atraído muchas inversiones y enorme cantidad de inmigrantes extranjeros que buscan beneficiarse del progreso nacional, mejorando sus expectativas de vida. La explosión demográfica nativa, sumada a las inmigraciones, al crecimiento y desarrollo ascendente del turismo y a los megaproyectos en ejecución y por ejecutar (la ampliación del canal interoceánico, la cinta costera, los mega puertos, así como la masiva construcción de rascacielos, centros comerciales, urbanizaciones y resorts) demandan enormes cantidades de bienes y servicios, como nunca antes en la historia nacional. La demanda de muchos bienes y servicios que antes no se requerían ni conocían, la proliferación de universidades privadas en respuesta a la demanda de nuevas profesiones que no existían o no se requerían (en las pocas universidades que operaban), el colapso u obsolescencia de los servicios de alcantarillado, electricidad, abastecimiento de agua y otros existentes, la colapsada red vial, el deficiente servicio de transporte público, el ineficiente sistema de recolección de la basura, los inadecuados servicios de salud pública y seguridad social, el atrasado e inoperante sistema educativo y, en fin, una miríada de otras limitantes y necesidades tienen a Panamá sumida en el caos, en un estado de postración casi comatoso. Y es que el raudo crecimiento económico y el desarrollo no planificado o inadecuadamente planificado han creado un enorme vacío, un rezago, en todos los estamentos de la sociedad panameña que todavía no ha logrado, por falta de un liderazgo político verdaderamente nacionalista, ajustarse a las necesidades y demandas de la moderna república, en un entorno mundial de apertura, de globalización. Todavía se insiste en enfrentar los nuevos retos, en romper los nuevos paradigmas, con las herramientas, esquemas y procedimientos del pasado, que ya no funcionan. La Panamá bucólica quedó atrás, hay que enfrentar los nuevos retos con las herramientas y procedimientos de estos tiempos, para poder disfrutar plenamente del progreso y desarrollo sin los violentos traumas de los ajustes sociales acelerados y desordenados, que pueden llevar el país a profundas y dolorosas crisis sociales y al colapso.

En este artículo se comentan algunos temas que requieren ajuste, lo antes posible, para que Panamá se inserte entre las naciones emergentes con un alto índice de desarrollo humano para satisfacción y honra de todos los panameños y de aquellos que han elegido a Panamá para vivir.

La actitud cómoda e irresponsable del ciudadano panameño común o la falta de consciencia social:

Muchos panameños creemos que somos el centro del universo y que todo gira alrededor nuestro. No nos importa con los demás y pensamos que todos deben rendirnos pleitesía. Por ejemplo, caminamos descuidadamente por una transitada calle, pensando que son los conductores de vehículos los que tienen que tener cuidado de no atropellarnos, como si no fuéramos a ser nosotros los afectados directos. Los conductores, en general, conducen, al mismo tiempo, de manera agresiva e inconsciente, poniendo en peligro su seguridad personal y la de terceros. Muchos conductores de autos particulares, por ejemplo, se estacionan en los estacionamientos exclusivos para discapacitados sin importarles los inconvenientes que pueden causar a estos ciudadanos con su deleznable acción. Si un ciudadano les llama la atención, lo insultan, en vez de reconocer su error y corregirlo inmediatamente. En las barriadas hay muchos moradores inconscientes que tiran su basura (latas, botellas, desechos orgánicos, llantas, colchones, estufas, refrigeradoras, etc.) en los ríos, quebradas o lotes baldíos aledaños, contaminando los cauces, causando el desbordamiento en las épocas lluviosas, creando focos de infección de enfermedades y criaderos de mosquitos (incluyendo el causante del dengue clásico y el hemorrágico). Sin embargo, el ciudadano panameño común continúa ensuciando todo a su alrededor y piensa que a él nada le va a afectar. La actitud correcta es quemar o disponer adecuadamente de aquella basura que se genera en cada hogar o empresa y no es recolectada por el sistema estatal de recolección, para evitar la proliferación de plagas y enfermedades y el afeamiento de la ciudad.

Qué bonito sería que todos los panameños tuviéramos consciencia que vivimos en sociedad y que, por lo tanto, nuestras acciones afectan directa o indirectamente a terceros. Por esta razón, tenemos que ser cuidadosos y considerados con todo lo que hacemos y decimos. Esta actitud positiva mejoraría la convivencia humana y crearía una cultura de responsabilidad social y de colaboración ciudadana.

¿Cómo abordar el problema? A través de la educación en el hogar y en la escuela primaria y secundaria. El Estado y la Sociedad Civil tienen que crear programas y proyectos con el fin de concienciar y educar a los padres de familia para que puedan orientar adecuadamente a sus hijos, enseñándoles lo negativo de tener una actitud cómoda e irresponsable que lleva a desconocer que nuestras irresponsabilidades afectan a los demás. El Ministerio de Educación, por otro lado, tiene que incluir en su programa de educación primaria y secundaria materias que promuevan una actitud cívica correcta en los niños y jóvenes ya que es en esta etapa del desarrollo humano en que es más importante adquirir estas actitudes sanas y correctas.

El transporte público:

Nada más puede añadirse sobre el infrahumano sistema de transporte público del área metropolitana de la ciudad de Panamá, si es que puede considerarse un sistema, que no se haya dicho ya. El pueblo panameño que vive en el área metropolitana o áreas aledañas sufre a diario los rigores de tan pésimo transporte público que incide directamente en su calidad de vida. El gobierno actual tiene planes para la construcción de un metro durante su período de gestión y para el diseño e implementación de un nuevo y verdaderamente moderno sistema de transportación pública que sea eficiente, digno, económico y sostenible en el tiempo.

Sería excelente que, hacia el cuarto final de la actual gestión de gobierno, el ciudadano del área metropolitana de la capital pudiera contar con la primera etapa de este moderno sistema de transporte, elevando su calidad de vida de forma importante (sin tener que madrugar para llegar a su puesto de trabajo, sin tener que someterse al indigno apiñamiento físico en los actuales “diablos rojos”, ni al alto riesgo que representa utilizar este servicio.

¿Cómo abordar el problema? Desde ya el gobierno de turno tiene que implementar cambios radicales que mejoren la eficiencia y calidad del transporte público actual. No se debe esperar a inaugurar el metro y el nuevo sistema de transporte dejando al pueblo expuesto por tres o cuatro años adicionales de problemas y sufrimiento. Sería una excelente inversión si el gobierno contratara los servicios de algún reconocido experto internacional en transporte que logre mejoras significativas en la eficiencia y calidad del actual y contribuya a diseñar el nuevo y moderno sistema, en consulta permanente con el gobierno y los usuarios.

La vialidad en el área metropolitana de la ciudad de Panamá:

Actualmente, el tránsito vehicular en el área metropolitana de la ciudad de Panamá y zonas aledañas es inviable y estresante. Obviamente, el pésimo transporte público actual contribuye a esta inviabilidad, aunque las causas son múltiples, entre ellas la falta de una cultura vial en la ciudadanía, la actitud cómoda e irresponsable de un gran sector de la ciudadanía, la falta de normativas de tránsito modernas y claras, la falta de un sistema de ordenamiento del tránsito científico y eficiente y la red vial obsoleta y -hace tiempo- colapsada, entre las principales. No han sido suficientes algunos cambios modernos de introducción relativamente reciente como los corredores norte y sur (en los que, contradictoriamente, también hay cuellos de botella y espectaculares tranques vehiculares), el puente Centenario, la Cinta Costera y el paso vehicular elevado que une la vía de acceso al puente Centenario con la Avenida de La Paz, sobre la Avenida Ricardo J. Alfaro, mejor conocida como “Tumba Muerto”. El gobierno actual tiene que resolver este problema para que la moderna área metropolitana capitalina sea viable para los ciudadanos (que se desplazan hacia sus trabajos, hacia sus hogares, a realizar cualquier actividad o trámite), los transeúntes locales o extranjeros (que realizan visitas o turismo) y los comerciantes o empresarios que realizan negocios, trámites o reuniones comerciales y requieren de una ciudad viable para efectuar eficientemente sus operaciones.

Qué fantástico sería tener un área metropolitana ordenada y funcional en que la vialidad sea una realidad y permita una fluidez óptima para la realización oportuna de cualquier actividad.

¿Cómo abordar el problema? El gobierno tiene que basarse en la planificación por objetivos bien definidos, el asesoramiento por expertos, una decisión política firme, la adecuación y cumplimiento de las leyes, la certeza de castigo para los infractores y, sobre todo, voluntad y deseo de ayudar a los ciudadanos y al país.

El sistema de salud pública:

Actualmente, la República de Panamá posee un sistema de salud pública obsoleto que no ha evolucionado con la rapidez que demanda el crecimiento demográfico y desarrollo del país. Por ejemplo, el sistema de adjudicación de citas ya colapsó pues estaba diseñado para una época muy diferente de la actual con mucho menos usuarios, menos especialidades médicas, menos diferentes tipos de análisis de laboratorio, etc.. Hoy vemos que el uso del mismo sistema, ya anacrónico, desactualizado, no apto para la realidad actual, produce grandes cuellos de botella en la adjudicación de citas y la atención médica. Los panameños usuarios del sistema (la inmensa mayoría) sufren lo indecible para adquirir una cita, levantándose a las 2 o 3 de la mañana para formar una fila kilométrica en la entrada de los centros de salud, expuestos a las inclemencias del tiempo y los maleantes. La calidad de vida de estos panameños está severamente afectada por esta situación. Posteriormente, a la hora de acudir a la cita médica, resulta que el médico de turno llega a la hora que se le antoja causando gran perjuicio y toda clase de inconvenientes a los usuarios que programan sus actividades contando con la puntualidad de la atención. Por otro lado, el cuadro de medicinas no cubre las necesidades actuales y, con frecuencia, las medicinas que se distribuyen son compuestos genéricos de baja calidad. Las medicinas más costosas no están disponibles regularmente y requieren de protocolos especiales para tener acceso a ellas de manera esporádica. Cuando el usuario va a una farmacia privada a comprar estas medicinas, se encuentra que son muy costosas para su presupuesto, ya que el precio de las medicinas, en Panamá, está entre los más elevados del continente. ¿Cuándo se le pondrá el cascabel al gato, en el sentido de acabar, de una vez por todas, con este crimen en contra del pueblo panameño? Igual sucede con las cirugías. La asignación muy lejana de las fechas de las operaciones significa, con frecuencia, un agravamiento de la salud del paciente e, incluso, la evolución de su enfermedad o condición a una etapa irreversible que puede significar el desahucio o la muerte.

Qué fantástico sería que el pueblo panameño pudiera contar, dentro de la actual gestión gubernamental, con un sistema de salud pública humano, eficiente y oportuno. Que las citas médicas puedan ser obtenidas eficientemente por teléfono (en la actualidad la línea telefónica dedicada a esta función siempre está ocupada), correo electrónico, en línea o presencialmente, sin necesidad de madrugar y hacer filas kilométricas. Que se ampliara la capacidad de atención médica y de cirugías, que el cuadro de medicamentos fuera incrementado sustancialmente para suplir las demandas actuales y que el precio de las medicinas en las farmacias privadas sea estrictamente regulado para evitar la especulación y el jugar con la salud del pueblo panameño. Sería maravillosa la implementación de un sistema orientado a brindar servicios de alta calidad y eficiencia a los usuarios en el que los médicos tengan que cumplir con sus horarios de atención so pena de la imposición de sanciones acordes con la gravedad de la falta.

¿Cómo abordar el problema? Rediseñando y actualizando el sistema con la ayuda de expertos internacionales reconocidos, dotándolo de más y mejores policlínicas a nivel nacional, contratando más médicos, automatizando los análisis y diagnósticos al máximo, digitalizando y automatizando todo el sistema de adjudicación de citas a nivel nacional, entre muchas otras alternativas disponibles en la actualidad.

El sistema de recolección de la basura:

Este es un problema de falta de equipo adecuado y de personal. También de un mantenimiento deficiente de los equipos de recolección y la ausencia de una capacitación y concienciación permanente del personal asignado a estas labores, de modo que los equipos sean bien utilizados y se extienda su vida útil. Se debe dotar a los vertederos de tecnología de punta para el manejo y tratamiento de la basura.

¡Qué aseados y bonitos se verían los municipios y sus jurisdicciones, a nivel nacional, si se ampliara la capacidad de los sistemas de recolección para absorber la demanda real y crecer según sea requerido!

¿Cómo abordar el problema? Logrando que la basura se convierta en algo útil o generador de recursos económicos. Además de los vertederos, debe estudiarse la posibilidad de implementar un sistema de incentivos para la clasificación de la basura en los hogares y la posibilidad de utilizar esta basura orgánica en el compostaje, para la producción de fertilizantes y/o enmiendas orgánicas al suelo, como ocurre en países como Israel y otros muchos alrededor del mundo. Esto podría convertirse en un negocio municipal o puede ser privatizado bajo protocolos y procedimientos específicos. También se debe estudiar seriamente la factibilidad de adquirir y operar convertidores de plasma en los municipios más populosos y/o con mayor producción de basura sólida (llantas, vidrios, plásticos, metales, etc.). Estos se basan en la tecnología de arco de plasma que utiliza electricidad y aire para producir un plasma capaz de alcanzar temperaturas cercanas a los 5,500 grados centígrados (similar a la temperatura de la capa externa visible del sol) que se utiliza para gasificar la basura sólida y obtener una mezcla de hidrógeno, nitrógeno y monóxido de carbono, principalmente, que puede ser usada en turbinas a gas, en lugar del gas natural. Otro sub producto de este proceso es una especie de piedra obsidiana muy dura y liviana que puede ser utilizada como agregado o para fabricar ladrillos para pavimento u otros materiales de construcción. Sería una excelente manera de eliminar el serio problema de la generación, acumulación, contaminación, recolección y deposición diaria de miles de toneladas basura sólida convirtiéndola en algo útil con posibilidades de comercialización. Esto sería una inversión inteligente del Estado, en una tecnología de punta inventada hace muchos años por la NASA y a la que se le ha encontrado una aplicación práctica que ya ha sido adoptada por algunos países vanguardistas.

La seguridad social:

Los maleantes, en el más amplio sentido de la palabra, se están tomando el país. El nunca suficientemente maldecido narcotráfico, el pandillerismo, el raterismo, los asaltantes de bancos, los sicarios y otras modalidades del crimen organizado, están debilitando los cimientos de la sociedad panameña. La mayoría de los homicidios, que ya ocurren en cualquier punto de la geografía nacional, son ajustes de cuentas entre narcotraficantes (por traiciones o “tumbes”) y pandilleros (por problemas territoriales entre pandillas). En otras palabras, maleantes asesinando maleantes. El problema es que, con frecuencia, mueren inocentes que tienen la desdicha de quedar en medio de las balaceras de los criminales. Por otro lado, los sicarios (tristemente menores de edad en mayor proporción) generan crímenes por encargo de cualquier persona u organización criminal y sus víctimas, en la mayoría de los casos, también son personas de mal vivir. Esta triste realidad hace un enorme daño al país, en términos de seguridad ciudadana, imagen internacional, inversiones y turismo pues la tasa de homicidios del país en 2008 fue alta (según el Informe sobre Desarrollo Humano para América Central 2009-2010, del PNUD), de 19 homicidios por cada 100,000 habitantes, similar al promedio de toda América Latina (se considera alta cuando ocurren más de 10 homicidios por 100 mil habitantes). Según el mismo informe, pocos países latinoamericanos superan esta tasa, entre éstos Honduras, con 58; El Salvador, con 52; Guatemala, con 48; y, Belice, con 32, todos en América Central. Colombia, que llegó a tener la tasa de homicidios más alta del mundo (77), terminó el 2008 con un sorprendente 33, producto de 16,140 asesinatos. Considerando que en el año 2000 Panamá mostró una tasa de homicidios de 13 (también alta), el incremento de los últimos ocho años es sumamente preocupante. De nada sirve señalar que el mayor porcentaje de estos homicidios son ejecuciones del narcotráfico (principalmente extranjeros) o rencillas entre pandillas, pues son asesinatos que ocurren en el territorio nacional y cuentan para el cálculo de la tasa de homicidios. Si se incluyeran las estadísticas de la criminalidad, en general (asaltos, robos, estafas y secuestros exprés, entre otros), se revelaría que la seguridad social está en una situación, realmente, alarmante.

Sería magnífico para Panamá que el actual gobierno del cambio de Ricardo Martinelli lograra reducir la tasa de homicidios a menos de 10 y que los índices de criminalidad general pudieran disminuir significativamente, antes de concluir su gestión. Esto calificaría al país como uno de los más seguros del mundo, catapultando su imagen internacional, el turismo, la inversión y el desarrollo, a niveles aún más altos que los alcanzados en años recientes.

¿Cómo abordar el problema? El abordaje de este delicado problema tiene que ser inmediato y contundente, sin contemplaciones y a todos los niveles: ejecutivo, legislativo y judicial. El gobierno debe asesorarse con expertos en la materia de reconocimiento internacional que contribuyan a trazar una estrategia funcional y efectiva, que rinda frutos rápidamente. Esta sería una de las mejores inversiones del Estado pues se estaría invirtiendo en la seguridad de todos los panameños y de quienes nos vistan por turismo o inversión. Este es un tema en el que no puede improvisarse y que no puede ser resuelto por personas o servidores públicos con buenos deseos o buenas intenciones pero sin el conocimiento, entrenamiento y experiencia que se requieren. Ser ilusos u optimistas en un tema tan sensible es equivalente a llevar al país a un estado de inseguridad total y a un colapso social. Se requiere de mente clara y una actitud pro activa de las autoridades nacionales y de la sociedad organizada, en general. Algunas opciones para enfrentar el narcotráfico podrían incluir: 1) el reforzamiento de la vigilancia en nuestras costas y fronteras con suficiente personal bien entrenado, dotado de equipos de última generación, cueste lo que cueste; 2) control severo de las inmigraciones ilegales con un cuerpo fronterizo altamente entrenado y dotado de equipos de última generación, cueste lo que cueste; 3) endurecimiento de las normativas y leyes para combatir el narcotráfico; 4) exigir o restringir el visado a nacionales de países de alto riesgo; 5) control interno del narcotráfico con asesoramiento por expertos, cueste lo que cueste; 6) incrementar las unidades policiales a niveles adecuados y brindarles un entrenamiento con expertos, cueste lo que cueste; dotar a la policía nacional y cuerpos élites de los mejores equipos disponibles en el mercado, cueste lo que cueste. En cuanto al pandillerismo, hay alternativas que pueden resultar, como la implementación de programas de resocialización, educación y entrenamiento, la dotación de puestos de trabajo a los pandilleros resocializados, el incremento de la fuerza policial dedicada a combatir el pandillerismo, su entrenamiento constante en tácticas específicas por expertos reconocidos y la dotación de equipamiento moderno para estas labores. Adicionalmente, se deben mejorar las condiciones e incentivos laborales de la Policía Nacional.

El sistema educativo:

La crisis de la educación pública en Panamá no es nueva. El sistema educativo está en crisis desde hace más de 30 años y a todos los niveles: educación primaria, intermedia y universitaria. Sin embargo, es a nivel de las escuelas primarias y secundarias públicas que la crisis educacional se hace sentir con mayor intensidad pues un niño y un joven mal formados serán ciudadanos y profesionales mediocres. Gran cantidad de maestros y profesores del sector público son productos de este mismo sistema educativo mediocre e insostenible. Muchos de estos docentes no tienen vocación, no están actualizados y ni siquiera tienen buena ortografía así que sus estudiantes (¿o víctimas?) reciben una formación de mediocre a mala. Los programas obligatorios de actualización de docentes que se impartían los veranos, durante las vacaciones estudiantiles, ya son historia, prácticamente, y la supervisión y seguimiento a los maestros y profesores de secundaria ya no se realiza. Al docente se le suministran planes educativos que ya no responden a las necesidades educativas actuales (en función de las demandas del entorno nacional e internacional) y nadie lo supervisa con el fin de constatar que está impartiendo las clases adecuadamente (desde el punto de vista pedagógico) y siguiendo los procedimientos del Ministerio de Educación. Los educadores se mantienen en constante enfrentamiento con las autoridades educativas por la obtención de beneficios y aumentos salariales pero no proponen mejoras al sistema educativo, la actualización permanente de los programas de estudio para los educandos y los programas de actualización de docentes. Los padres de familia alcahuetean la mala conducta y la mala actitud de sus hijos o acudidos dándoles un mensaje muy negativo, en el sentido de que lo que hacen está bien. Se enfrentan a los educadores con insultos y violencia física sin darse cuenta que el mal comportamiento, la mala actitud (irreverente e inconsciente) y las malas acciones de sus hijos y acudidos son reflejo de la situación en sus hogares y de la poca de atención y orientación que les brindan. En otras palabras, de su fracaso como padres, pues la educación básica del menor es responsabilidad inalienable de los padres o acudientes y se imparte en casa (lo relativo a la conducta, la moral, el civismo, la ética, lo espiritual, lo religioso, la sexualidad sana, la disciplina y la responsabilidad) y se refuerza en la escuela. Por otro lado, la estructura y gestión administrativa del Ministerio de Educación es un desastre, por decir lo mínimo. La masificación de la educación y el incremento desmedido de los educandos en los últimos tres decenios ha causado que la reparación y acondicionamiento de las escuelas en las vacaciones de verano sea muy difícil de cumplir pues se pretende atender la enorme demanda de la época con los esquemas y procedimientos de los años 30 del siglo pasado, cuando la república era como un pueblo grande, tenía una baja densidad poblacional y todo se podía resolver de manera rápida y fácil, con criterios pueblerinos. Panamá es uno de los países que más invierte en educación en América Latina (entre 6 y 7% del PIB) y de los que menos resultados positivos obtiene, en términos de calidad de la educación pública.

Sería un enorme avance para Panamá que el gobierno del cambio de Ricardo Martinelli y la Ministra de Educación, Lucy Molinar, lograran resolver la crisis de la educación. Solo se requiere de voluntad política, verdaderos deseos de modernizar la educación pública nacional y el esfuerzo coordinado de todos los actores (autoridades, docentes, padres de familia o acudientes, educandos, sociedad civil) para lograrlo.

¿Cómo abordar el problema? Se requiere de una reingeniería radical y una cirugía reconstructiva masiva para reinventar este Ministerio, uno de los más complejos e importantes del país. Hay que obtener el asesoramiento de expertos nacionales e internacionales en educación para diseñar, probar e implementar un nuevo sistema educativo panameño que responda a las demandas del mundo actual pues, el desarrollo de todo país está, indefectiblemente, atado a la educación. Hay que invertir entre 7.5 a 8% del PIB en este sector y, ojalá, se pudiera llegar al 10%. Sería el dinero mejor invertido del mundo si se invierte en un proyecto de reforma educativa a todos los niveles, diseñado por expertos, e implementado con rigurosidad, a través de una planificación, seguimiento y evaluación científicos, con indicadores bien claros y definidos. Mientras el gobierno actual da los pasos necesarios para esta cruzada, la Ministra Molinar tendrá que hacer uso de su capacidad gerencial, su disposición al diálogo, su creatividad e inventiva, su orientación a la acción, su amor por la patria y su sentido común para orientar la educación del país por la senda de una verdadera modernización que lleve a Panamá a los primeros planos en la materia y contribuya al desarrollo socioeconómico del país.

En su reciente participación en Nueva York, ante la 64 Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), iniciada el 15 de septiembre pasado, el Presidente Martinelli, en un emotivo, nacionalista y optimista discurso, señaló que “Vamos a poner los intereses del pueblo primero. Por encima de los intereses personales o partidistas. Porque un país es más importante que un partido político. He escogido a los mejores para que trabajen en el gobierno, sin importar si son de oposición o independientes”. Más adelante sentenció, en tono de premonición, que “Panamá es el sitio ideal para invertir, establecer empresas y para vivir. Vamos a convertir a Panamá en el Hong Kong o Dubai de América”. Fue un discurso muy elocuente y muy esperanzador para el pueblo panameño y envió, también, un mensaje de solidaridad a un mundo que, en vez de armas, necesita paz y la concertación de ideas y voluntades para crear un mundo mejor, en el que todas las naciones progresen. Este blog, Palabra Justa, coincide al 100% con el señalamiento de que el pueblo es primero y está por encima de los intereses personales o partidistas y que el país es más importante que cualquier partido político y, por eso, ha seleccionado a los mejores hombres y mujeres, sin importar sus ideas políticas, para trabajar por el país en su gestión. Hacía mucho tiempo que no se escuchaba a un presidente panameño poner por delante los intereses de Panamá. El pueblo panameño espera que el Presidente Martinelli no se quede en la retórica, que es lo tradicional, y pase a la acción. La sinceridad de sus palabras se revelará a medida que su gobierno avance. Que Dios lo guíe por el camino que él mismo ha señalado en este discurso y durante toda la campaña política que lo llevó a la primera magistratura de la Nación. Por otro lado, la afirmación de que va a convertir a Panamá en el Hong Kong de América, suena bastante optimista pero, para alcanzar grandes logros, primero hay que soñar. Él es un hombre exitoso, un hacedor, y lo ha demostrado a lo largo de toda su vida. Sin embargo, para lograr lo que se propone, primero deberá abordar y resolver con inteligencia y mano firme y justiciera las crisis existenciales que, en estos momentos, agobian a la sociedad panameña, y que se resumen en este artículo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es sin lugar ni apasionamiento un objetivo pantallazo de lo que nos aqueja felicidades